Desde hace bastante tiempo digo que me da miedo el aire, miedo irracional pues si piensas en seguridad tampoco debe haber mucha diferencia con escalar paredes o estar en el filo de una cresta.
La cuestión es que el domingo 14/4 fue el día de superarlo. Bueno, en realidad fue la semana antes cuando decidí que me apuntaba a una salida de iniciación en parapente con el grupo del rocódromo.
Esto del miedo al aire me viene de tiempo. Agnès incluso lo intentó este verano en Chamonix, lugar paradisíaco para los parapentistas con sus remontes que te suben a gran velocidad y varios cuatromiles a la vista. Pero yo nanay, “nunca jamás” decía entonces.
Gracias a David nos juntamos un buen grupo, y fuimos haciendo salidas escalonadas durante el día. Las salidas las hicimos con Entrenuvols, donde David suele ir a volar. El tiene su propio parapente, y nos acompañó en el aire en nuestros vuelos.
La zona de salida, con estupenda panorámica de Pirineos al norte
Se giró viento al mediodía y experimentamos un poquito de miedo…pues soplaba fuerte y veíamos la vela moverse de un lado a otro, aguantada por varios tíos…uf. Pero ahí no me tocó. Salieron igualmente y tuve la oportunidad de ver las alas delta. Uf, qué huevos que hay que echarle. Estos corren de verdad al vacío…
Por la tarde nos acercamos a otra zona orientada a este, que nos permitía tener el viento de cara y salir con facilidad sin las ráfagas de aire de arriba.
Es el momento de máxima tensión. Levantan la vela y cuando te dicen corre, a correr como un poseso hacia abajo. La realidad, que en tres pasos ya estaba en el aire, el viento ayuda…
Vista de nuestra zona de salida
Y el vuelo super tranquilo. Se ve patio, te diré, pero nada que acojone si has estado en grandes paredes escalando. Bonito, bonito…
Autofoto
Una gran experiencia, y un reto superado 🙂